A una pregunta de distancia
¿Alguna vez has sentido que estabas a una pregunta de derrumbarte, enfrentándote a una situación desesperada, apenas manteniéndote en pie y preguntándote cuánto más podrías soportar?
Edna se sentía así.
En otro tiempo era una fiel feligresa que se consideraba cristiana. Pero los profundos problemas matrimoniales que enfrentó, que culminaron en divorcio mientras criaba sola a sus cuatro hijos, la dejaron sumida en la desesperación. En ese momento, trabajaba como empleada doméstica en el campo de refugiados de Dzaleka, en Malawi, haciendo lo que podía para mantener a sus hijos. Su situación llevó a esta mujer de 40 años a hacerse una pregunta dolorosa:
«¿De verdad me ama Dios?».
Para ella, era imposible que Dios le permitiera pasar por aquello si realmente la amaba. Parecía que su exmarido estaba disfrutando de la vida mientras ella se debatía en la miseria.
Estaba amargada. No tenía esperanza. Se sentía atrapada, sufriendo, sin una salida visible.
Una tarde, Edna acompañó a una amiga a una tienda de reparación de teléfonos, una tarea aparentemente común y corriente.
Pero aquel día pronto se convertiría en algo fuera de lo común.
Mientras su amiga hablaba con el técnico, ella entabló inesperadamente una conversación con un hombre llamado Mardochee, miembro de una iglesia local asociada a ShareWord Global, la Iglesia Temple De Salomon. Mardochee estaba ese día en la comunidad como parte de un equipo de evangelismo, un grupo combinado de creyentes de Malawi y Canadá, unidos como uno solo, como el cuerpo de Cristo.
Mardochee era amable y atento, y de alguna manera, su charla informal pronto se convirtió en algo mucho más profundo. Antes de darse cuenta, Edna se estaba sincerando con él, hablándole de su matrimonio roto, de sus hijos y de la soledad aplastante que le había hecho cuestionar el amor de Dios. Su voz temblaba mientras hablaba, tratando de mantener la compostura.
Mardochee escuchó sin juzgar. Dejó que Edna hablara sin interrumpirla, permitiéndole expresar plenamente sus sentimientos. Y cuando respondía, no lo hacía con consejos personales, sino con las Escrituras. Utilizaba la revista Chiyembekezo (Esperanza), un recurso lleno de pasajes bíblicos inspiradores e imágenes que reflejaban maravillosamente la cultura de Edna. Cada palabra que pronunciaba Mardochee estaba impregnada de ánimo, directamente de la Palabra de Dios.
Como Santiago 1:2-4, que le recordaba que las pruebas, aunque dolorosas, pueden conducir a un crecimiento espiritual que no sería posible sin el sufrimiento. Mardochee le explicó cómo las dificultades pueden moldear el carácter y profundizar la fe. Luego compartió Romanos 8:38 y leyó en voz alta:
"...Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Continuó compartiendo que, aunque pueda parecer que quienes viven en pecado disfrutan de la vida, ese placer es solo temporal, y que quienes rechazan a Dios estarán separados de Él por toda la eternidad.
Mientras compartía la Palabra de Dios, Edna ya no pudo contener sus emociones. Las lágrimas corrían por su rostro. Era como si, por primera vez en mucho tiempo, se sintiera vista, no solo por el amable hombre que tenía delante, sino por Dios mismo..
Al separarse, Mordechee animó a Edna a buscar una comunidad en la iglesia, un lugar donde pudiera seguir creciendo en su fe y estar rodeada de personas que la acompañaran en el camino que le esperaba.
Cuando Mardochee le preguntó si quería volver a dedicar su vida a Cristo, ella dijo que sí.
Y allí mismo, en esa tienda de reparación de teléfonos, Edna oró y entregó su corazón una vez más.
Al despedirse, Mardochee animó a Edna a buscar una comunidad de iglesia, un lugar donde pudiera seguir creciendo en su fe y estar rodeada de personas que la acompañaran en el camino que tenía por delante.
Su vida no se volvió fácil de repente. El peso de criar a cuatro hijos sola sigue siendo muy real. Pero algo cambió ese día. Se marchó con una renovada sensación de esperanza y una tranquila confianza en que no ha sido olvidada, en que Dios todavía la ve, la ama y está con ella.
Únete a nosotros para seguir orando por Edna, para que Dios le dé fuerzas para cada día, satisfaga todas sus necesidades y la guíe a una familia de iglesia donde pueda echar raíces más profundas en Cristo.
Tus oraciones marcan la diferencia. Tus palabras, tus acciones, importan.
¿Hay alguien que hayas conocido que esté a punto de llorar, como Edna?
Tú puedes ser quien le escuche, quien le consuele y quien le recuerde que nada puede separarle del amor de Dios.
Juntos, podemos contárselo al mundo.
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