¿Has perdido a alguien?
Así comenzó una conversación que nunca formó parte del itinerario del viaje GO.
Amy y Marise formaban parte del equipo GO en Yellowknife, una ciudad multicultural situada en el norte de Canadá. Una tarde, ambos se encontraron por «casualidad» en Walmart. Marise no se sentía bien, así que decidieron hacer una parada rápida durante la actividad del equipo para buscar algo que pudiera ayudarle. Pero no era una tarde cualquiera, y ellos no eran compradores cualquiera. Lo que parecía un simple encargo pronto se convirtió en una oportunidad para causar un impacto eterno. Equipados con revistas Chispa y un corazón dispuesto a servir, hicieron que cada momento contara.
Empezaron con el taxista que los había llevado a la tienda. Pero él rechazó el mensaje con indiferencia: «Prefiero dormir a leer», dijo, alejándose sin mirar atrás. Una respuesta fría y desalentadora, por decir lo menos.
Luego, Amy se acercó a un joven autista que recogía donaciones a la entrada de la tienda. Intentó hablar con él, le dijo unas palabras amables y le explicó el mensaje que aparecía en la contraportada de la revista Chispa. Él parecía interesado, pero antes de que pudiera aceptarla, llegó su supervisor y le pidió que recogiera la mesa. No le permitieron llevarse la revista.
Después de un par de encuentros como este, muchos habrían desistido.
Porque a veces los corazones parecen duros.
A veces, la única respuesta que obtienes es una mirada tímida, una respuesta breve o silencio.
Pero otras veces, de la nada, surge una conversación que hace que todo valga la pena.
Ese día, ese momento estaba destinado a un hombre llamado Mike.
Mike también estaba allí, en la entrada principal de la tienda. Saludó al joven autista con cariño y depositó amablemente cinco dólares en su caja de donativos. Amy notó el gesto y se acercó a él con una sonrisa amable. «Es usted muy generoso y muy considerado con él», le dijo. Mike asintió con la cabeza y respondió con sinceridad: solía venir todas las semanas para apoyar la causa del chico. No era solo un visitante habitual, era alguien con una historia profunda.
Empezó a hablar con Amy con una sinceridad que desarmaba. Sin reservas. Sin resistencia. Le contó que había perdido a su primer hijo cuando era un bebé, en 2011. Años más tarde, tuvo una hija, pero el dolor persistía como una sombra silenciosa. Encontró consuelo en creer que su hijo estaba en el cielo.
Amy, guiada por el Espíritu Santo y la preparación que había recibido durante el entrenamiento del viaje GO, escuchó con atención. No había prisa. Ella compartió un mensaje sencillo pero profundamente significativo: «El Padre también entregó a su Hijo».
Le mostró la revista Chispa y, en sus páginas, Mike encontró más que palabras: encontró una historia que reflejaba la suya: dolor, sacrificio y esperanza. Su mirada cambiaba a medida que la conversación se profundizaba.
Amy le preguntó con delicadeza: «¿Cómo superaste esa pérdida? ¿Qué te reconfortó?».
Mike respondió: «Sé que mi hijo está en el cielo».
Amy asintió con ternura y añadió una pregunta sincera: «¿Y tú? Si algún día llegas a las puertas del cielo... ¿te dejará Dios entrar?».
Mike hizo una pausa. Esa comparación le impactó. «Hice muchas cosas buenas. Intenté ser bueno y todo eso. No estoy seguro... depende de Él».
Amy abrió la revista Esperanza en la sección sobre el regalo de Jesús y explicó: «En realidad, Él te pasó esa responsabilidad a ti. Depende de ti, no de Él».
Mike se quedó quieto, pensativo. Escuchó. Entendió. Y decidió creer.
Antes de separarse, pidió otro ejemplar de la revista Chispa, esta vez para su hija de doce años. «Le encantará la revista Chispa», dijo, conmovido por este encuentro «casual». Quería ser un buen ejemplo para ella, compartir lo que acababa de descubrir. Se abrazaron. Y aunque solo Dios sabe cuál es el estado final del corazón de Mike, ese día fue diferente. Se había plantado una semilla. Y tal vez, se había renovado una vida.
Mike, un hombre marcado por la pérdida de su primer hijo con tan solo seis meses de edad, encontró esperanza ese día, entre las luces blancas de un pasillo de Walmart. En medio del ajetreo del supermercado y la indiferencia cotidiana, ocurrió algo que parecía trivial... pero no lo fue.
Encuentros de viajes GO como este no son solo recuerdos del pasado. Son invitaciones vivas que siguen transformando vidas mucho después del vuelo de regreso. Esta historia no ocurrió en África ni en Latinoamérica. Ocurrió en un Walmart canadiense, en medio del bullicio cotidiano, porque la misión no depende del lugar, sino de la voluntad de los creyentes de actuar en obediencia.
Si alguna vez has dicho «sí»... esa llamada sigue resonando. Porque tal vez, entre los carritos de compra y los pasillos del supermercado, alguien está esperando una palabra que solo tú puedes compartir.
¿Y si el próximo encuentro eterno depende de que vuelvas a decir «sí»?
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