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Sin lugar a dónde escapar



Dominique tuvo que escapar.

Tras soportar una relación muy difícil y complicada con la persona con la que había estado viviendo, la joven de 20 años finalmente encontró el valor para irse. Empacó sus cosas y regresó a casa de su madre, con la esperanza de encontrar un lugar seguro donde rehacer su vida.

Pero el estilo de vida de su madre estaba lejos de ser estable. El humo de la marihuana persistía en la casa, mezclándose con las creencias extrañas de su madre y su estilo de vida libre y relajado.

Dominique se había acostumbrado al caos, pero ese día, algo diferente se abrió paso. Una tarde, Dominique estaba en la calle, vendiendo ropa de segunda mano y collares hechos a mano, haciendo lo que podía para sobrevivir, cuando un equipo de voluntarios de Generación de Fe Misión Villa Alemana, la iglesia local asociada con ShareWord Global, se acercó a ella. Cuando comenzó la conversación sobre el evangelio, Dominique parecía dudosa, casi distraída. Por momentos, era difícil saber si realmente estaba escuchando; su atención iba y venía. El equipo incluso se preguntaba si acaso estaría bajo la influencia de alguna sustancia.

Y aun así, se quedaron.

Continuaron compartiendo el evangelio y le presentaron la revista Esperanza, una recopilación de pasajes bíblicos llena de versículos de ánimo. Al hojear las páginas juntas, todo cambió. Fue como si su entendimiento se hubiera abierto de repente. En un momento parecía que no prestaba atención en absoluto. Al siguiente, su expresión cambió y su corazón pareció abrirse de una nueva manera.

Mientras el equipo y Dominique leían juntos la oración de compromiso de la última página de la revista, estas palabras salieron de sus labios: «Dios, sé que soy pecadora y creo que tu Hijo, Jesucristo, murió por mis pecados en la cruz...». Pero de pronto, Dominique levantó la cabeza.

«¿Pagó por mis pecados?», preguntó con una voz llena de emoción. 

El momento fue glorioso; los ojos de Dominique se iluminaron, completamente despierta y consciente. Ella había conectado por completo con el mensaje del evangelio que acababa de oír.

Antes de irse, el equipo la conectó con el pastor. Dominique anotó su número, y la iglesia continúa atendiéndola hasta el día de hoy.

Dominique escuchó el evangelio en una esquina, justo donde estaba, justo cuando lo necesitaba.

Había pasado años huyendo de una situación difícil a otra. Pero ese día, todo cambió. Gracias a una simple revista y al cuidado cristiano de una iglesia local, descubrió que podía dejar de huir y comenzar a vivir en los brazos amorosos de Jesús.

Hay personas como Dominique a nuestro alrededor: en las aceras, en las salas de espera, al otro lado de la calle, anhelando que alguien les ayude. No hace falta ir muy lejos para causar un impacto; a veces, comienza con una conversación, una oración o un simple acto de bondad.

Juntos, podemos contárselo al mundo.

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