Amigos para siempre
Amigos para siempre

Deborah y los demás miembros del Equipo GO deambularon cautelosamente por un distrito de Nicaragua conocido sobre todo por los busca basura, sin saber por qué Dios les había llamado a testificar en este incómodo entorno.

Las personas que viven en esta región montañosa viven muy por debajo del umbral de pobreza nacional, y ganan apenas unos céntimos vendiendo los objetos reciclados que recogen de los montones de basura podrida e insalubre. Deb inclinó la cabeza y se puso discretamente un dedo sobre la nariz, orando en silencio para que el Señor le concediera la fuerza espiritual y física necesaria para evangelizar eficazmente en este pueblo herido. Al levantar la vista, vio a un hombre que se esforzaba por empujar un carro lleno de pesadas ramas de árbol por una cuesta empinada. Deb no tardó en darse cuenta de que el carro de aquel hombre empezaba a ganar velocidad. Contempló horrorizada cómo el hombre se veía obligado a soltar el carro y alejarse a toda velocidad mientras la carreta rodaba violentamente por la pendiente llena de baches que había detrás de él.

Por suerte, el carro frenó cerca de donde estaba Deb. Todavía angustiada, pasó corriendo junto al carrito, gritando frenéticamente al vendedor que se acercaba. "¿Estás bien? Eso sí que ha sido aterrador".

Confundido por su presencia, un vacilante "sí" fue la única respuesta del hombre. Sin embargo, Deb sintió que aquello no era más que el principio de una profunda conversación. Jesús había acercado el carro del hombre hacia ella, y ella sintió el impulso espiritual de decir la verdad sobre Su salvación redentora.

Deb pronto descubrió que el hombre se llamaba Jorge. Cuando empezó a explicar con entusiasmo la historia del perdón de Dios a su nuevo amigo, Jorge la interrumpió bruscamente.

"No puedo aceptar a Jesús", dijo. "He hecho cosas muy malas y no estoy bien con Dios. Él nunca podría perdonarme por las cosas que he hecho".

Deb puso la mano en el hombro de Jorge. De la forma más gentil, informó a Jorge de que estaba completamente equivocado al pensar así. "Dios te acepta, en toda tu debilidad, Jorge. Él borrará todos tus pecados si le dejas gobernar tu vida".

Así que, justo en ese momento, se entabló una nueva amistad: entre un Jorge renovado y un Deb sincero. Y lo que es más importante, Jorge le pidió a Jesús que fuera su amigo para siempre: su Padre misericordioso y Señor eterno.

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