En muchas partes del sur de Asia, la brujería se transmite de generación en generación. Durante años, el joven Rowen creció viendo a su madre realizar hechizos y magia en su aldea.

El ejemplo de su madre llevó a Rowen a convertirse en un poderoso chamán en su edad adulta. Su fama creció y la gente empezó a pagarle por lanzar maldiciones. A medida que la riqueza de Rowen crecía, con cada trato también lo hacía su lista de enemigos.

Un día, un grupo de hombres se acercó a Rowen con una oferta especial: un brebaje con cenizas humanas. Afirmaban que si Rowen consumía la pasta, le otorgaría mayor poder.

Rowen se llevó el tarro de porcelana a los labios y tragó la mezcla. Al cabo de unos minutos, enfermó violentamente, vomitó y se tambaleó sin control. Le habían engañado; la sustancia era un veneno mortal.

El primo de Rowen oyó los lamentos y se dio cuenta de que su pariente estaba en graves apuros. Subió a la fuerza el cuerpo convulso de Rowen a su carro tirado por un burro y corrió en dirección al hospital local. Luchando por mantenerse consciente, Rowen fue zarandeado en el carro, vomitando profusamente.

Los dos llegaron al hospital sin tiempo que perder. Rowen fue tratado inmediatamente, y los médicos consiguieron milagrosamente estabilizar su tracto intestinal. Lo ingresaron en una sala para iniciar un tedioso proceso de recuperación: el veneno le había quemado el interior del estómago y el intestino delgado, por lo que no pudo comer con normalidad durante muchas semanas.

Durante este tiempo, Rowen empezó a notar el cuidado intencionado del personal médico hacia él. Era una pureza que nunca antes había experimentado. El personal incluso se ofreció a orar con él y, en un estado de desesperación, Rowen aceptó. No tardó en darse cuenta de que aquellas personas tenían algo que los poderes mágicos y los hechizos no podían proporcionarle, tenían paz.

Pocas semanas después de que "Rowen el Hechicero" llegara al hospital, a medio camino de las puertas de la muerte, tomó la decisión de reprender al diablo y entregar su vida a Jesús.

Cuando la salud de Rowen empezó a mejorar, dijo al personal del hospital que no quería volver a su pueblo. Había demasiada gente que le odiaba y temía por su vida. Así que el personal permitió a Rowen vivir en el hospital, durmiendo en el patio.

Durante el día, Rowen se ofrecía voluntario en todo lo que podía, ayudando a alimentar y cuidar a los pacientes. Uno de los consejeros espirituales le regaló a Rowen sus propias Escrituras, y se pasaba las horas libres estudiando la Palabra y haciendo preguntas sobre Dios. No se cansaba de hablar de su nuevo Salvador.

El crecimiento espiritual de Rowen fue extraordinariamente rápido. Un año después de su conversión, Rowen se unió a los otros cinco consejeros espirituales del hospital, donde vive y trabaja actualmente. Sus horas están ocupadas compartiendo con los pacientes cómo Jesús puede rescatarles también a ellos.

A menudo viaja a los pueblos de los alrededores, utilizando la Palabra de Dios para compartir la esperanza con quien esté dispuesto a escuchar el mensaje del Evangelio, y ha dedicado su vida a animar a los grupos de nuevos creyentes que se han formado por toda la región. Rowen, que una vez dejó que el diablo arruinara su vida, ha permitido que Cristo tome el control.