Alexei vive en un pequeño pueblo de Rusia. Está parcialmente paralizado debido a un derrame cerebral y le cuesta moverse libremente por su casa. Tras la apoplejía, Alexei no recibió ningún apoyo de su familia y se sintió muy abandonado por sus seres queridos. Este dolor se convirtió en amargura hacia todos los que formaban parte de su vida, incluido Dios. Alexei se convenció de que su vida no tenía sentido.

Un día, tuvimos la oportunidad de visitar la aldea de Alexei. Nos acercamos a él y empezamos a hablarle de Jesús. Al principio, Alexei se mostró muy agresivo y preguntó: "¿Dónde estaba vuestro Dios cuando me quedé paralítico?"

Pero a medida que hablábamos del gran amor de Dios, el Espíritu Santo empezó a llenar el vacío del corazón de Alexei. Entre lágrimas, nos explicó que nunca había conocido ese tipo de amor, y que había llegado a creer que Dios le había maldecido. Animamos a Alexei a rezar, y asintió inmediatamente con la cabeza. Cuando pusimos nuestras manos sobre sus piernas paralizadas, la presencia del Señor nos rodeó. Y aunque aquel día no vimos la curación física, ¡tenemos la seguridad de que el alma de Alexei quedó curada para la eternidad!