A pocas manzanas de una escuela local de Managua, Nicaragua, había una casa diminuta sin ventanas y con un pequeño porche delante. Salió una mujer joven con un bebé a horcajadas sobre la cadera. Nos invitó a entrar en la casa y accedimos humildemente, encontrando cada uno un espacio libre para sentarnos en la pequeña y oscura sala de estar.

La mujer asomó la cabeza por la puerta y gritó por la calle.

"¡Maxwel!" llamó. Su hermano estaba al alcance del oído, jugando con sus amigos. El niño entró en la casa, resoplando, con una Biblia hecha jirones en la mano y una sonrisa pícara en la cara.

Curiosos por saber por qué este niño de nueve años tenía la Biblia durante el recreo, le preguntamos: "¿Qué hacías, Maxwel?".

Su respuesta nos sorprendió. "Estaba predicando a mis amigos".

"¿Es esta tu Biblia?" le pregunté.

"No, es de mi hermana". Señaló a la joven que nos había recibido. "Yo no tengo Biblia".

"¿Qué les decías a tus amigos?" continué.

"¡Les estoy leyendo Efesios 6:1-2 y Proverbios 10:1!". El chico empezó a recitar. "Hijos, obedeced a vuestros padres porque pertenecéis al Señor... un hijo sabio trae alegría a su padre...". ¡Maxwell se las sabía todas de memoria!

"¿Dónde están tu padre y tu madre, Maxwel?".

Fue entonces cuando este pequeño predicador nos informó de que su padre había fallecido y su madre pasaba largas horas trabajando para mantener a su familia.

Nos quedamos sentados, atónitos. ¡Aquí estaba un niño huérfano de padre, predicando a sus amigos sobre honrar a tu padre y a tu madre! A la tierna edad de nueve años, ya se había dado cuenta de su identidad en Dios.

Antes de abandonar la casa aquel día, le entregamos a Maxwel su propio Nuevo Testamento, así como un montón de revistas Esperanza para que se las regalara a sus amigos. No me cabe duda de que Maxwel seguirá permaneciendo en la Palabra de Dios y compartiendo sus nuevos versículos favoritos con sus compañeros de juego.

Me volví y le hice una última pregunta a nuestro nuevo amigo mientras bajaba cautelosamente del pequeño porche delantero: "¿Qué quieres ser de mayor?".

Sin dudarlo, el dulce niño respondió: "pastor".

Maxwel, ya eres pastor, el pastor más joven de Nicaragua.