Dios es nuestro único consuelo verdadero, el lugar en el que confiamos cuando todo lo demás parece desesperado. Así es como un hombre peruano descubrió la satisfacción en Cristo tras sufrir meses de confusión física, mental y espiritual.
Juan Carlos se acercó a Adolfo, que yacía en una solitaria cama de hospital. Le entregó una revista Esperanza.
Al principio, los hombros de Adolfo estaban tensos; se sintió ansioso cuando Juan Carlos le puso las manos encima. "Dios te ama y no te ha abandonado", rezó Juan Carlos. Mientras Adolfo escuchaba atentamente estas palabras, empezó a llorar. Durante años, se había sentido completamente solo. Todos los días había prometido buscar a Dios, y había pedido al Señor que se revelara en aquella habitación de hospital.
Ahora sabía que Jesús había oído su grito de ayuda. El Espíritu Santo estaba allí: ambos hombres podían sentir su presencia omnipotente.
Adolfo instó a Juan Carlos a que se quedara un rato. "Siento mucha paz", expresó.