Durante los últimos 7 años, nuestra sección ha estado realizando una actividad quincenal aquí en Calgary. Esta vez, fuimos diez de nosotros al refugio de los sin techo.
Una hora antes de salir, recibí una palabra del Señor para hacer una enseñanza en la pizarra.
Pregunté a todos: “¿Qué es el Evangelio? Si tuvierais que decirnos lo más importante del Evangelio, ¿qué sería?” Cada uno lo comunicó de forma diferente. Luego, les pedí que me recitaran la lista.
Les dije: “Ahora ya sabemos lo que es el Evangelio. Así que hoy, cuando compartas el Evangelio, quiero que des a cada persona con la que hables la oportunidad de responder. Diles que pueden estar seguros de la eternidad con Él y dales la oportunidad de aceptar a Cristo. Antes de irte, pídeles un número de teléfono y ponles en contacto con una iglesia.”
Aunque dije todo eso con confianza, no sabíamos lo que iba a ocurrir realmente.
Pero aquella noche, ¡siete personas entregaron su vida a Cristo!
Llevé al Señor a un joven llamado James. Al principio, se mostró hostil hacia la fe en Dios. Refutaba todo lo que yo decía. Cuando compartí el Evangelio con él, me preguntó: “¿Cómo puedes creer eso?” Luego, a mitad de la conversación, me dijo que era un fuerte mormón... lo cual no tenía mucho sentido. Su mente estaba desorientada. Pasó de ser combativo contra la religión a decidir que era mormón.
Empecé a enseñarle a James cómo el evangelio no coincide con las enseñanzas mormonas, y cómo no se reconcilian entre sí. “Realmente no puedes decir que eres a la vez seguidor de Cristo y mormón.” le expliqué. Esto realmente le abrió los ojos.
Finalmente, le di la oportunidad de aceptar a Cristo. Le pregunté si quería la seguridad de saber que podría pasar la eternidad con Jesús. Dijo: “¡Sí, hagámoslo!” Se arrepintió y rezó. ¡Nunca hubiera pensado que eso ocurriría! Le dejé una Biblia y una revista Redención.
—Andrew (parafraseado)